Una granja gallega, muestra de responsabilidad y compromiso con el medio ambiente
PATRICIA ALONSO
Posiblemente muchas granjas gallegas tengan que cerrar sus puertas. Las circunstancias son extremas. La industria sigue presionándolas y el precio de la leche continúa cayendo. Casa Grande de Xanceda decidió plantar cara a esta situación hace ya unos años. Renovarse o morir, el lema de estos aventureros.
En los años 60, Felipe Fernández y Victoria Armesto trajeron 30 vacas frisonas desde Canadá. Aunque entonces no existía la agricultura ecológica oficialmente, siempre fue su razón de ser. En 2002, con el cambio generacional, su nieta Cristina Fernández convertiría a Casa Grande Xanceda en una de las primeras ganaderías lácteas ecológicas. Hoy son los segundos mayores productores ecológicos de España. ¿Su secreto? Según ellos, vacas felices. Pero la aventura no acaba ahí.
Productos ecológicos y de calidad
En 2006 deciden llegar al consumidor final a través de sus yogures ecológicos elaborados con leche fresca. “La fábrica fue una idea para darle salida a una ganadería que estaba dando pérdidas. La idea era poder transformar la leche a un precio justo y no venderla en la industria, donde hay un precio no negociable. Si no hubiéramos dado un paso más, hubiera sido el fin de Casa Grande de Xanceda”, cuenta Jessica Rey, del departamento de Marketing.
La granja amanece cubierta de niebla, señal de que viene un día muy bonito según Jessica. Comenzamos visitando la fábrica de yogures. Como todo en Xanceda, es coherente y respetuosa con su ambiente. “Se hizo con piedras de casas que estaban derruidas, con madera y teja del país. La casona que da nombre a la granja es Patrimonio Histórico, así que buscábamos respetar el entorno, y ha merecido la pena”.
La “aventura yogurtera” supuso muchísima inversión y esfuerzo, pero a lo largo de los años ha merecido la pena. “Fíjate cómo está el sector lácteo”, dice Jessica. “Nosotros aún sufrimos parte de esas consecuencias porque aún no somos capaces de transformar el cien por cien de la leche en nuestra fábrica, pero conseguimos venderla a un precio justo dándole un valor añadido”.
La leche pasteurizada que se produce en Xanceda conserva muchas más propiedades que la UHT –por ejemplo tiene mucho más Omega3. Pero la leche ha de conservarse siempre en frío y la fecha de caducidad es mucho más corta: quince días. La leche “cruda” sólo dura tres días. En Galicia sólo hay una industria de leche ecológica, lo que significa que las ganaderías ecológicas tienen pocas opciones. O se lo venden a esta industria, o lo transforman ellos mismos, o están fuera.
En Xanceda optaron por transformarlo siempre fieles a sus estándares de calidad. Sus yogures se distinguen de otras industrias por el proceso de ultrafiltración de la leche. Ésta pasa por varios tubos con microfiltros que separan la leche en dos partes: agua o suero de leche y crema de leche. “Con esa leche con menos agua es con la que hacemos los yogures, por eso tienen esa cremosidad sin necesidad de añadir espesantes o leche en polvo. Es un procedimiento mucho más caro –con dos litros de leche hacemos un kilo de yogur. El suero sobrante, que es natural y sanísimo, es ideal para los terneritos”, cuenta Jessica.
Cada día producen unos veinte mil yogures que se distribuyen en grandes superficies, supermercados gallegos y, por supuesto, tiendas ecológicas. Su gama de yogures cremosos, bifidus, desnatados, ele casei y junior con diferentes sabores también se encuentran en algunos comedores escolares. Sus envases, además, son totalmente reciclables, permitiendo separar plástico y cartón.
En 2011 deciden seguir creciendo y empiezan a producir queso curado. Ecológico, por supuesto. “El Queso Peregrino lo curamos en cebada y tiene corteza natural. No lleva funguicidas, sino que el queso se cura de forma natural. Esto concentra mucho más el sabor, y la humedad que sale por fuera se convierte en moho, que sirve de corteza. Las últimas tres semanas se entierra en cebada, lo que le aporta sabor y aromas, además de que es un conservante estupendo”, cuenta Jessica. La idea –y el nombre– proviene de los peregrinos, que antiguamente metían sus quesos y frutas en cereal para conservarlos.
Junto al queso, y por casualidad, han empezado a comercializar el “rizador” de quesos. “Es un invento que viene de Suíza, donde lo usan para cortar su queso Tête de Moine. Descubrimos por casualidad que corta genial nuestro queso. Corta muy pocos quesos bien, porque depende del punto de curación. Empezamos a presentar el queso así en las tiendas y gustó tanto que ahora somos distribuidores”, dice Jessica. “Ellos lo llaman girol, pero nosotros lo bautizamos como rizador de quesos, que es más español”, añade riendo.
Entre su gama de productos, además de la leche fresca, los yogures y el queso curado, también producen mantequilla, queso crema de untar y un producto de fruta y yogur de bolsillo. De los dos últimos todavía se externaliza su producción, hasta que puedan seguir creciendo.
La importancia de una buena RSC
La producción ecológica está en auge en Galicia, creciendo de forma exponencial en los últimos años, pero pocos son tan coherentes y responsables como Casa Grande Xanceda. Quizá por eso inspiran tanta confianza. Empezando por sus campos y terminando por su filosofía de empleo.
Una granja ecológica como Xanceda se distingue de las convencionales porque sus 380 vacas no comen ningún tipo de alimento tratado con herbicidas o pesticidas. Tampoco usan abonos químicos. Las vacas viven al aire libre y su producción no se fuerza artificialmente. Por eso no se cansan de repetir que sus vacas son “muuuuuy felices”. “Nuestras vacas no escuchan música clásica ni tienen rascadores automáticos. Se entretienen con el pío pío de los pájaros y se rascan en los árboles que hay en los prados”, dicen en su web. Las vacas ecológicas producen la mitad de leche, pero también viven el doble de años.
“Sólo tenemos dos abonos naturales. Por un lado el purín, que son los residuos de la vaca. Va todo a un pozo negro, ahí se fermenta y luego se echa en el campo. Tiene que ser en el momento y cantidad adecuados, porque sino hasta puedes contaminar el suelo”, cuenta Jessica. “El otro abono es el estiércol de hacer las camas a las vacas. Es uno de los mejores abonos que hay porque nunca contamina”.
En cuanto a la alimentación de las vacas, el 60 por ciento proviene de la hierba fresca que pacen ellas mismas. El otro 40 por ciento es el maíz fermentado que cultivan en Xanceda. “Es muy caro cultivarlo, porque al no tener herbicidas o pesticidas producimos la mitad, y está tan bueno que “compartimos” con muchos: jabalís, pájaros, gusanos….”, dice Jessica riendo. Hay inconvenientes de producción, pero es de mejor calidad. “Es una comida que tiene muchas proteínas y un complemento ideal para una vaca que produce leche”, añade.
Desde las primeras 30 vacas que trajo Don Felipe, hasta las 380 actuales, todas han sido criadas en Xanceda. “Nuestro veterinario a veces bromea con que ya tenemos una raza frisona de Xanceda”, dice Jessica. “Esto hace que estén más adaptadas al medio, cojan menos enfermedades… Además es un rebaño que ya se conoce. No viene una vaca nueva, que puede causar problemas “sociales” (ríe), por decirlo de alguna forma”.
De las 380 vacas, actualmente unas 190 están dando leche, y el resto está en periodo de descanso o “sequía”. “La vaca pare, da leche 9 o 10 meses seguidos y luego para. Bueno, la dejamos de ordeñar y se seca. Así tiene un descanso de dos meses. Y otros dos meses antes de dar a luz”, cuenta Jessica.
En 2008, los continuos ataques de lobo mataron ocho vacas y causaron estrés al resto del rebaño, lo que se tradujo en una reducción de la producción de leche. En Xanceda se pusieron en contacto con asociaciones de protección del lobo para asesorarse sobre cómo proteger a sus vacas. Lo primero fue cerrar el prado con vallas de tres metros. ¿Después? Hacerse con la brigada antilobo. “La brigada antilobo son nuestros mastines, que son nuestro sistema de protección del lobo. Todos provienen de protectoras o perreras”, cuenta Jessica. Además, Cristina, la responsable de la granja, importó una idea de su tiempo en una ONG de Namibia: burras. Una vez se acostumbran a estar con las vacas las protegen dando la voz de alarma, ya que sus grandes orejas detectan posibles ataques mucho antes.
No son los únicos animales en Xanceda. “A Cristina le encantan los animales. Al final tenemos un montón de bichos y los niños lo pasan súper bien. Tenemos cabras, ponies, caballos, ovejas, gallinas, conejos, cerdos… Ahora hay abejas también. Las tenemos porque son importantes para la polinización y en las últimas décadas están muriendo muchísimas. Lo vemos como una forma de ayudar al medio ambiente”. Ninguno de estos animales tiene una “función”, sino que están ahí por su compromiso de convivencia con el medio ambiente. Como la cerda Lola, que está viviendo su retiro en Xanceda.
Como parte de este compromiso también plantan árboles autóctonos, que sirven para delimitar los lindes de los terrenos, recoger humedad, y lo más importante, dar sombra a las vacas, ya que viven la mayor parte del tiempo en pastoreo. “Nuestros campos están salpicados de árboles. No todo el mundo lo hace porque estorba al tractor, pero tampoco hacemos un uso constante de maquinaria”, comenta Jessica.
En cuanto a los trabajadores, o “aventureros”, como Cristina quiso llamar desde el principio a cada uno de los miembros del equipo, la granja fomenta la contratación indefinida y la formación continua, además de la conciliación familiar. También organizan quedadas varias veces al año.
“Todos somos parte de esta aventura. Cada vez somos más y de diferentes departamentos. Xanceda no sería lo que es sin la gente que trabaja aquí. Por eso hacemos cuatro o cinco eventos al año para estar todos juntos: fiestas, talleres, etc.”, dice Jessica. “Es una aventura porque cuando empezó todo el mundo decía que era una barbaridad, que eso de ser ecológico que qué era, que lo de las burras era una tontería…” Y a pesar de ello, aquí están.
Un cuento de aventuras
La mayor publicidad de la granja han sido sus instalaciones. Desde hace tiempo realizan visitas guiadas. “Los fines de semana vienen familias, grupos de particulares sobre todo. Y por la semana recibimos escolares. Los colegios nos llamaban para preguntar si podían venir, por eso hemos desarrollado una posible visita para los niños que está teniendo mucho éxito. Van donde los terneritos y les dan el bibe, ven las vacas, ven la sala de ordeño en funcionamiento. Tienen contacto directo con los animales”, cuenta Jessica. Incluso han acondicionado un aula para las visitas en la que explican cuál es el proceso hasta llegar al producto y qué los diferencia de otros. También tienen una colmena vacía que se desmonta donde los niños pueden ver cómo trabajarían las abejas.
Además, su presencia en ferias nacionales e internacionales de agricultura ecológica es cada vez más común. Aunque por ahora no piensan en expandirse más allá de Andorra y Portugal –al fin y al cabo la agricultura ecológica es de cercanía–, Jessica comenta que aprenden mucho y les da una visión mucho más amplia del mercado. Que también es importante.
Más proyectos así son necesarios. Una muestra de que innovar, a pesar de sus riesgos, puede dar sus frutos. “Los gallegos no ponemos lo nuestro en valor. Cristina nació en Madrid y vino aquí y puso todo esto en valor. Hizo todo esto visible y empezó a contar la historia como si fuera un cuento, que lo es, es la historia de unas personas. Ella le dio este valor añadido a la granja”.