¿Por qué soy gay?

PEDRO NAVARRO

Para gustos hay colores es una frase harto usada y desgastada hoy en día, tanto que hasta duele teclearla. Viene de la forma latina de gustibus non est disputandum, tradicionalmente atribuida a Cicerón, cuya traducción literal sería sobre gustos no se disputa y con la que se pretende reflejar lo subjetivo de los gustos del individuo, recalcando lo absurdo e inútil de discutir sobre los mismos. No obstante, ¿por qué tenemos los gustos que tenemos?, ¿qué influye en la elección de los mismos?

Entre todas las cosas que nos interesan, agradan, complacen o deleitan hay una sobre la que se ha discutido especialmente en las últimas décadas, ¿por qué nos atraen las personas? Y de aquí se extrae la pregunta realmente polémica, ¿por qué nos gusta un sexo u otro? Sobre las causas de la homosexualidad, el porqué nos gustan las personas de nuestro mismo sexo, se ha escrito e investigado, se han elaborado tesis e hipótesis, todo a centenares, pero… ¿Resultados? Cero, nada, ninguno definitivo.

John Boswell, historiador estadounidense, propuso en la década de 1980 realizar una clasificación de las distintas teorías sobre la homosexualidad en tres categorías. La primera, afirma que, sino todos, la mayoría de los seres humanos son sexualmente polimórficos y que son los factores externos los que nos determinan a una orientación u otra. Citando a Boswell, según estas teorías “son las circunstancias externas, como la presión social, las normas legales, las creencias religiosas, las circunstancias históricas o personales las que determinan la expresión real de los sentimientos sexuales de cada individuo”. En relación a esto, debemos  mentar a la teoría queer, formada por un conjunto de ideas sobre el género y la sexualidad que rechazan las viejas clasificaciones de los individuos en categorías fijas y universales como heterosexual u homosexual, hombre o mujer. Frente a las etiquetas impuestas por una cultura heteronormativa –o de heterosexualidad obligatoria– se defiende la riqueza de las diferencias individuales, de hecho, el término viene del inglés, en el que significa extraño o retorcido, en contraposición a la heterosexualidad, aceptado como lo normal bajo la palabra straight, recto.

La segunda categoría, aglutina a aquellas teorías que clasifican a la población en dos o más condiciones sexuales, tales como: homosexual, bisexual, heterosexual… Dentro de estas cabría destacar la expuesta por Alfred Kinsey en su Informe Kinsey, resultado del estudio publicado en los libros Comportamiento sexual del hombre (1948) y Comportamiento sexual de la mujer (1953). Kinsey establece una división en 7 grados de la tendencia sexual del individuo (Escala Kinsey), que varía desde la absoluta heterosexualidad a la homosexualidad pasando por cinco puntos de bisexualidad. En el primer tomo afirmaba que “el mundo no puede ser dividido entre cabras y ovejas (…). A un individuo le puede ser asignada una posición en esta escala, para cada periodo en su vida… Una escala de siete puntos está más cerca de mostrar los muchos grados que actualmente existen”. Bueno, dentro vídeo:

Kinsey añadió posteriormente una octava categoría X para la asexualidad, es decir, cuando no hay interés alguno por mantener relaciones sexuales. El estudio no solo contribuyó a derribar mitos, sino que sacó a la luz conductas hasta entonces consideradas marginales o inmorales y que, a vista de los datos, eran practicadas por un elevado porcentaje de la población ya que se exponía que el 60% de los hombres y el 33% de las mujeres habían participado al menos en una práctica homosexual desde los 16 años.

La tercera y última categoría de Boswell es para aquellos que consideran como normal una determinada orientación sexual frente a las otras que son antinaturales o inmorales. Estas teorías son las representadas por las principales religiones, en catholics.net, en una entrada titulada ¿Cómo debemos considerar el problema de la homosexualidad: como enfermedad sexual o como pecado? escrita por P. Miguel A. Fuentes, se afirma lo siguiente: “Estos [los homosexuales] normalmente usan el slogan de la ‘discriminación sexual’ como un arma política para manipular la sociedad y la misma Iglesia. Y el objetivo último no apunta a encontrar un lugar en la sociedad, viviendo castamente, sino explícitamente a lograr la aprobación de sus comportamientos homosexuales como es el caso del reconocimiento jurídico-social y la equiparación de la cohabitación homosexual con el matrimonio heterosexual, e incluso la implantación de un ‘derecho’ a contraer ‘matrimonio’ entre personas del mismo sexo. A este respecto hay que decir con Juan Pablo II: ‘Lo que no es moralmente admisible es la aprobación jurídica de la práctica homosexual. Ser comprensivos con respecto a quien peca, a quien no es capaz de liberarse de esta tendencia, no equivale a disminuir las exigencias de la norma moral (VS,95). Cristo perdonó a la mujer adúltera, salvándola de la lapidación (Jn 8,1-11), pero, al mismo tiempo, le dijo: Ve y de ahora en adelante ya no peques más‘. Y refiriéndose a la resolución del Parlamento Europeo sobre este tema, añade: ‘El Parlamento ha conferido indebidamente un valor institucional a comportamientos desviados, no conformes al plan de Dios: existen las debilidades -lo sabemos-, pero el Parlamente al hacer esto ha secundado las debilidades del hombre‘.”

Aunque las tres categorías de teorías siguen siendo defendidas actualmente en la sociedad occidental, unas prevalecen de forma clara sobre las otras. Mientras que desde la ciencia se tiende a defender la primera, la población suele creer más en las segundas y desde la religión se apoyan generalmente las terceras.

Para Sergio Rodríguez, que se coloca en el 6 de la Escala Kinsey, “la homosexualidad es cosa de la naturaleza, no puedes crear o destruir tu sexualidad, naces con ella y se desarrolla con los años. El gay nace pero la edad con la que uno se da cuenta es distinta en unos casos y otros, yo siempre lo supe”. Mientras que una chica, que ha preferido mantener el anonimato y que se posiciona en el 4 de la escala, confiesa que es homosexual “porque me gusta abrirme a nuevas experiencias, ¿la causa? Igual porque es distinto hacerlo con un hombre o una mujer y las que experimentan deciden”. Aquí entramos en un nuevo debate sobre el porqué soy gay y que gira en torno a la pregunta ¿el homosexual nace o se hace? Bien, como hasta ahora, seguimos sin nada definitivo, cero, pero las últimas aportaciones son dignas de citar.

Según Dave Conde, que se cataloga en el 5 de la Escala Kinsey, “creo en la existencia de un gen especial en los hombres homosexuales, pero no descarto que también el ambiente en el que te eduquen interfiere y mucho. Yo hasta los 17 años no me di cuenta de que me gustaban los hombres”. El supuesto gen gay, que demostraría que la homosexualidad es algo con lo que se nace y que muchas organizaciones LGTBI han defendido, es uno de los ejes centrales de los estudios actuales. El Comité de Asuntos Lésbicos, Gay y Bisexuales del APA que en 1998 declaró que estaba científicamente comprobada su existencia rectificó en el 2008 debido a las nuevas aportaciones de algunos expertos en la materia. En el 2008, Alan Sanders, que ha estudiado la homosexualidad recolectando muestras de ADN de 1000 parejas de hermanos homosexuales, determino que la comparativa de genomas no daba lugar a ninguna evidencia conforme la sexualidad estuviese ligada a factores genéticos. El investigador Neil Whithman comentó al respecto que “no existe un gen de la homosexualidad, estimo que interactúan otros factores no genéticos como influencias sociales o ambientales”. En este punto comienzan las teorías sobre la predisposición genética hacia la homosexualidad.

Por otra parte, recientemente se han publicado estudios que defienden la existencia de una zona distinta entre el ADN de los hombres heterosexuales y homosexuales, diferencia que se encuentra en el cromosoma X -el que transmite la progenitora-  sobre lo que ha bromeado Jorge Ponce en el programa En el aire de laSexta diciendo “las mujeres nos hacen gays”, así que, dentro vídeo:

Otro chico anónimo, que se sitúa en el 5 de Kinsey, responde a la pregunta “¿Por qué soy gay?” afirmando que “la verdad es que no lo sé.  Supongo que es una cuestión de gustos, a uno le gusta el color rojo y a otro el azul, a unos les gustan las chicas y a otros los chicos, no veo un motivo”. En definitiva, seguimos sin tener por ahora nada definitivo, cero, así que solo nos queda seguirnos etiquetando por la Escala Kinsey y diciendo “para gustos hay colores”.

Deixar un comentario