Llamando a las puertas del cielo

San Pedro, crónica de un resurgir

Aida González

Los modernos lo llamarían gentrificación. Le ha pasado a Kreuzberg y Neukölln en Berlín, a Camden Town en Londres, a Malasaña en Madrid y a Montmartre en París. Un barrio más o menos periférico, de los de toda la vida, que con los años había perdido reputación y que, de repente, resurge gracias a los jóvenes que alquilan pisos y colocan banderitas de colores en las ventanas, mientras se abren nuevos negocios con vistosos carteles y un millón de macetas puebla cada balcón. Panaderías, librerías, restaurantes. Ferias populares, artistas en las calles. Entre lo bohemio y lo hípster cabe todo un abanico de adjetivos para calificarlo.

Imagen: A.G.
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San Pedro, en Compostela, no cuenta en su historia con el rodaje de un hito del cine indie como Amélie, ni es hogar de rockeros universales. Aquí no ha vivido ni muerto Amy Winehouse, ni se han empezado a albergar todos los pre-parados extranjeros en el exilio. Pero, sin embargo, cumple con todos los requisitos para considerarse un barrio renacido de sus cenizas (llámenlo gentrificado, si lo prefieren) que ha sabido reinventarse en el corazón de una ciudad Patrimonio de la Humanidad, con otras zonas espectaculares y un funcionamiento un tanto peculiar.

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Muchas veces, es complicado encontrar a gente que se presente como “de aquí, de Santiago”. Tal parece que los autóctonos estuviesen jugando al escondite entre los restos de la cripta del Apóstol. Lo que se encuentra, a primera vista, son funcionarios, estudiantes y turistas. Y la ciudad ya parece haberse adaptado a ellos. A los funcionarios se les destina a la zona norte, por el entorno de la estación de autobuses, el gran centro comercial y los nuevos y gigantes edificios de Salgueiriños. Como mucho, hacia la zona de Fontiñas. Para los estudiantes está el ensanche, con sus pisos equipados de completísimos sistemas de calefacción a base de butano, sus ventanas de papel y toda una colección de humedades a las que cada inquilino pone un nuevo nombre. Y para los turistas, la zona vieja, donde pueden disfrutar de su deporte favorito: trazar con sus absurdos chubasqueros de plástico el skyline de la Rúa do Franco. En San Pedro hay sitio para todos ellos, pero con una diferencia crucial: a diferencia de las urbanizaciones, del infame ensanche y de la masificación turística, San Pedro sigue siendo de los de aquí. De aquí, de Santiago.

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Definía en una ocasión Margarita Ledo el claustro de Bonaval como un claustro abierto y ciudadano, como deberían ser todos los claustros del mundo. En este sentido, el barrio de San Pedro hace honor a su tesoro arquitectónico. Desde hace alrededor de treinta años, el asamblearismo es la mecánica habitual entre estas calles. La resistencia vecinal ante las excusas del ayuntamiento a la hora de proveer de suministro eléctrico la última Feira da Primavera dan buena cuenta de ello. Existen dos asociaciones vecinales, A Xuntanza y Amigos do barrio de San Pedro, así como una destacada asociación cultural, A Trisca. El barrio cuenta, además, con un centro cultural y fiestas propias. También tiene dos museos, el Museo do Pobo Galego y el CGAC (Centro Galego de Arte Contemporáneo), además de dos conventos con sus correspondientes y enormes parques, Bonaval y Belvís.

Imagen: A.G.
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Precisamente a los conventos se remontan los orígenes de este barrio. Entrada a Santiago por el camino Francés, gran parte de San Pedro fue edificada por la Orden de San Martín Pinario y por la Cofradía del Santísimo Sacramento de San Cayetano. De ahí los escudos que coronan las casas más antiguas: un pino bajo las letras S.M en el primero de los casos o un cáliz del que emerge una hostia con las siglas S.C. en el segundo. Bonaval y Belvís llegarían durante los siglos XII y XIII, de la mano de los Dominicos. Cruces de Calatrava, conchas de vieira y cruces de Malta pueden informar a los más curiosos del origen del resto de los edificios.

El Concello de Santiago llegó a tener un 70% de empleados procedentes de este barrio. Esto se debía a que los jóvenes del hospicio que en su día hubo en Bonaval tenían preferencia a la hora de acceder a estos puestos.

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Según fuentes municipales, la población extranjera de Santiago supone el 4´5% de sus más de noventa mil empadronados, y el 23% de este grupo reside concentrado entre los barrios de San Pedro y Fontiñas. La diversidad en este espacio es, por tanto, evidente. Y es de aquí de donde surge el llamado proyecto Barrios Abertos, impulsado por el Concello junto con la ONGd Asemblea de Cooperación por la Paz. Se trata de un proyecto de integración, impulsado por el propio Concello con ayuda de fondos europeos y del Ministerio de Empleo y Servicios Sociales, que pretende acercar a los vecinos los beneficios de la integración e interacción de culturas diversas. Próximamente, se prevé que un nuevo proyecto extienda la labor integradora hacia la tercera edad, pretendiendo fomentar presencia activa en el barrio.

El 4’5% de habitantes de Santiago son extranjeros. De estos, un 23% reside concentrado en los barrios de San Pedro y Fontiñas.

El influjo de lo hípster en la economía y en el resurgir interno de los barrios fue mencionado por primera vez por Sarah Kendzior, en un artículo para Al Jazeera titulado “The peril of hipster economics: When urban decay becomes a set piece to be remodelled or romanticised”. Todo comienza con una regeneración urbana, mediante la cual un barrio con problemáticas sociales (desempleo, absentismo escolar, falta de oportunidades….) se impulsa horizontalmente, perdiendo su connotación clasista o racista y cobrando un nuevo matiz de dinamismo. A lo largo de todo el proceso, el artista se mantiene al servicio de este fenómeno, ayudando con su actuación a perpetuar esta nueva identidad. Este tipo de procesos, iniciados con el ejemplo de determinados barrios de Philadelphia, se han ido extendiendo por todo el mundo, tomando un papel crucial en el nuevo desarrollo urbano de la vieja Europa.

Imagen: A.G.
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En definitiva, San Pedro. Con sus calles do Medio y da Angustia, su cruceiro y sus adoquines, que no ocultan arena de playa porque tampoco lo necesitan. Tradición y modernidad recorriendo de la mano las aceras, parándose en los escaparates y saludando a las mujeres que esperan a la puerta de misa. En cada esquina, un amigo. Días de lluvia y puestas de sol. Sí, de aquí, de Santiago. Como la vida misma.

Imagen: A.G.
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